lunes, 25 de mayo de 2009

Oscuro mar 2

segunda parte de (Oscruo mar)

El agua empezó a bajar de nivel, pero aun así, se seguía escuchando el repiquetear de la lluvia contra los muros derruidos, y los sonidos de “clinc-clinc” al caer sobre las placas de armaduras expuestas de los corsarios. Algunos, ya empezaban a asomar las cabezas, aferrados aun a las rocas, para que no se les llevase la corriente. El hombre encapuchado levanto la cabeza, ya sin capucha, pero, a pesar de eso, aun medio oculta en un velo de oscuridad. Había saltado arriesgando su propia vida para salvar a la hechicera, un comportamiento extremadamente raro en un Durchi, que, posiblemente, le acarrearía problemas con la tripulación del navío que esperaba, resguardo, al pie de la ciudad en ruinas.
Al levantarse, agarro a la mujer por el avambrazo y la ayudo a levantarse, aun que, esta de mal gana, forcejeo para zafarse del apretón. Intercambiaron una larga mirada y avanzaron hacia el muro que acababan de derrumbar. La mujer saco una daga del cinto, y con rápidos movimientos empezó a cortar con presteza los harapos de la toga que le quedaban. Los corsarios intercambiaban miradas impacientes, era evidente que, quien había hechizado ese lugar tenía intención de que nadie entrara, no parecía muy seguro, pero sin duda lo habían hecho por una buena razón e impulsados por su curiosidad y sus sueños de riqueza ante la posibilidad de sacar un tesoro de la perdida Nagarythe era una promesas de los mas tentadora.
Los dos señores Durchi avanzaron por el patio, y a cada paso se hundían un poco los pies en el espeso lodo, los pies descalzos de la hechicera cada vez estaban más sucios de por el barro, que oscurecían su blanca piel. Los dos se situaron ante un puerta de madera, que, a pesar de haber estado años cubierta por completo de agua parecía seca y pulcra, entre la puerta placas de hierro negro recubrían la puerta, dejándola parcial mente cubierta, en los pocas zonas que no estaban cubiertas por el hierro, intrincadas runas claramente visibles, a pesar de la oscuridad, la niebla o la lluvia, se quedaron ambos mirando la puerta, sin mover un musculo. Los corsarios se apresuraron a adelantarse.
-¿Por qué os paráis?- mirando al señor, esperando una respuesta.
-Estupideces, como si existiera mas brujería en este lugar tragado por la Madre Oscura- y avanzo hacia la puerta con intención de abrirla. Pero se paró a unos centímetros. -¿Qué pone?, ¿es Druchast?- y seguido alzo un brazo y toco la puerta.
El corsario cayó al suelo, pálido, con los ojos en blanco, algunos alarmados se abalanzaron sobre el cuerpo de su camarada, pero al ver que estaba muerto, lo despojaron de sus pocas posesiones valiosas.
Uno de los cosarios permanecía impasible, y se quedo mirando al señor.
-Temido señor, ¿Qué le ha pasado?
El hombre giro la cabeza, y lo miro con unos ojos de color azabache.
-que murió, evidentemente, os aconsejaría no tocar la puerta, ni nada de lo que allá dentro, pero si no queréis hacerme caso, sois libres de de quedaros con lo que queráis.
-algunas runas no son Durchi, está escrito en la lengua de Nagarythe, ¿verdad?
-astuta deducción teniente, muy astuta- dijo la hechicera sin mirarlo. Se acerco a la puerta y le paso los dedos por encima.
-sin duda esta hechizada, por magia oscura, noto como el demoño intenta robarme el alma.
-¿¡UN DEMONIO!?- grito alarmado unos de los corsarios, pero la hechicera le ignoro.
-habrá que liberarlo para proseguir, sin duda, quien convirtió en cárcel esta puerta, era muy poderoso.
-lo que tu digas Maelÿn, habré la puñetera puerta, yo me encargare del demonio.
-Lo que vos ordenéis mi señor esposo- murmuro unas palabras y clavo la punta del bastón en la puerta. Esta restallo, brillo durante un segundo y como si se tratase de un papel en llamas, quedo consumida por un fuego invisible y se convirtió en cenizas. Uno de los corsarios intento cruzar la puerta, pero no llego muy lejos, las cenizas se lazaron y estallaron las llamas, moviéndose con forma sinuosa, un cuerpo gelatinoso apareció, con cientos de tentáculos, agitándolos, de los que salían llamas multicolores, y casi sin preocuparse movió uno de los tentáculos hacia el corsario y escupió una llamarada multicolor. El corsarios se vio rodeado por las llamas, y empezó a correr hacia el interior adentrándose en la oscuridad. Mientras el pulpo se giraba para encararse hacia el resto del grupo del interior salían ruidos de cristal al romperse. Con rápidos y gelatinosos movimientos, el “incendiador” empezó a lanzar llamaradas hacia el grupo, la hechicera murmuro unas palabras, y con un brillo purpura una esfera como de agua apareció una esfera a su alrededor y luego despareció. Cuando una de las llamas fue en su dirección se estrellas dispersándose a su alrededor, como si chocase contra un objeto circular, lanzando lenguas de fuego más pequeñas hacia los lados. El señor con agiles movimientos esquivo las lenguas de fuego, se libero de la capa que había sido alcanzada por una de las lenguas de fuego y ahora estaba en llamas, y se lanzo detrás de uno de los corsarios. Después lo agarro por la espalda y lo empujo hacia el demonio, para usarlo como escudo, mientras sacaba sus armas, con la Ghlaith y la Lakelui, y se lanzaba hacia el demonio, mientras este incineraba al desprevenido corsario que había sido usado como escudo, el señor esquivo una llamarada que se dirigía hacia él, y atravesó unos de los tentáculos con la Ghlaith, y empujo al demonio hacia él mientras lo atravesaba con la Lakelui. El demonio se aguito durante un momento y luego se convirtió en cenizas entre llamaradas multicolor.
El señor se irguió y examino el filo de la Lakelui, sin duda esta era de estupenda calidad, pero no estaba hechizada a diferencia de la Ghlaith, y había quedado enegreciza y al rojo al atravesar el demonio.
-espero que no hayan mas, me costó mucho conseguir este arma, para echarla a perder ahora.
-¿te importa más esa puñetera arma que lo que hay dentro?- pregunto Maelÿn, con sarcasmo mientras el agua resbalaba por la parte superior de la esfera que la rodeaba, dejándola visible.
-evidentemente, no, pero si puedo conservar las dos, mejor que mejor ¿no?
-por supuesto mi señor esposo, siempre tan elocuente- y si no fuera porque era una Durchi, se podría haber llegado a reconocer un cierto tono de encanto en esas palabras.
Otros ruidos sonaron en el interior, como risas histéricas.
-por la madre oscura ¿Qué es eso?- pregunto uno d los corsarios, mientras se tapaba con Hushalta una de las quemaduras que recorrían su cuerpo.
-tengo una mala noticia mi señor esposo, creo que deberás pensarte en comprar una nueva Lakelui.
Del interior empezaban a asomarse más demonios. Con un movimiento rápido, el señor alzo una ballesta que tenia colgada en el cinto, disparo al primer demonio y este se retorció, con un movimiento rápido, retenso la ballesta de repetición y disparo al siguiente, mientras los 5 o 6 demonios seguían adelantándose hacia ellos. Cuando efectuó el quinto y último disparo, lanzo la ballesta a un lado y se abalanzo hacia los demonios. Se zafo de un tentáculo en llamas, y atravesó al primer demonio con la Lakelui, esta lo atravesó limpiamente, al convertirse en cenizas y liberar la hoja de la lanza, esta estaba al rojo, y humeaba al contacto con la humedad del ambiente. El señor fue golpeado en el hombro, y saltaron por los ares, anillos rotos de la cota de malla que se fundían y deformaban el aire a causa del fuego en el que estaban envueltos. El señor se tambaleo, pero afianzando un pie con fuerza en el suelo, se impulso hacia el siguiente demonio, placándolo mientras lo atravesaba con el filo de la Ghlaith a la altura de su informe cabeza. Esta lo atravesó limpiamente y la magia que encerraba izo que el arma vibrase. El demonio también se convirtió en cenizas, pero a diferencia de la Lakelui, la Ghlaith no se había ni inmutado, pero unas runas brillaban como escritas con fuego en el filo, aparte de eso, seguía fría como el hielo, y se empezaba a acumular escarcha en su filo. Se giro para encararse al resto de los demonios, pero estos habían pasado de largo, para atacar el resto del grupo, la hechicera esquivaba golpes, mientras intentaba murmurar algún conjuro, y los corsarios se debatían entre 2 de los demonios, sus capas les ofrecían una gran protección ante el fuego mágico, pero estaban siendo derrotados. El señor echo a correr hacia la hechicera y intento atravesar al demonio con la Ghlaith, pero a este le salió una cara en la espalda, y de golpe se le había encarado, se zafo del golpe y intento golpearlo en la espalda, el señor hecho una maldición, y paro el golpe con la larga empuñadura de ébano de la Lakelui, este se partió del golpe, pero consumió darle tiempo al noble para redirecionar la carga y le clavo de arriba abajo le Ghlaith, el arma en forma de oz volvió a vibrar, y casi se le escapa, pero la aferro con más fuerza y tiro hacia él, dejando un espeluznante corte en la criatura, en cualquier otro ser eso hubiese sido una escena extremadamente sangrienta, pero no fue el caso, el demonio se abrió, y por el interior era como de gelatina, pero no se puedo contemplar mucho, pues se convirtió en cenizas. Mientras se levantaba, dolorido, y lanzaba la Lakelui al suelo, la hechicera consiguió tiempo para acabar la impía maldición que murmuraba, del centro del entrabado de hierro oro y acero que conformaban la cima de su vara, una esfera azul y purpura se formo, y con un movimiento, como de estocada, la hechicera lanzo la esfera pequeña hacia unos de los dos demonios restantes, dejando una estela blanca y azul a su paso. La diminuta esfera impacto a uno de los demonios en la espalda este grito de autentico dolor, perforando los oídos de los Durchi con un chirrido como del acero rallando el cristal. Se empezó a resquebrajar y exploto, arrojando a dos de los corsarios por los aires, y derribando al último demonio, los cuatro corsarios que quedaban en pie se le lanzaron encima y empezaron a clavarle sus cimitarras en el pecho en la criatura, esta intento soltarse, pero ya se estaba convirtiendo en cenizas. Al morir, los corsarios se irguieron y lanzaron sus espadas fundidas al suelo y recogieron las espadas y hachas de sus “camaradas” caídos.
-Esto es culpa vuestra malditos, han muerto por vuestra culpa- Grito el teniente, apuntándolos los un hacha.
-mejor no, menos personas con las que compartir vuestra parte del botín- dijo el señor.
-mi señor Ythrian, amor, no les des ideas, necesitamos a alguno con vida- Ythrian la miro fijamente -…, de momento- finalizo con susurros, intercambiando una mirada, mientras se le formaba un fría y gélida sonrisa en sus labios carmesíes.
-de acuerdo, prosigamos- dijo mientras recogía la ballesta y le ponía un nuevo cargador -Y tu rata de barco, en adelante, ten más respetos con tu plebeya lengua o te la cortare- mientras se adelantaba en la oscuridad del torreón.

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