miércoles, 29 de julio de 2009

Inquisidora Marishka II

pos nada, si os gusto la primera parte, haber que os parece esta.

(18+)

Los gemidos y las suplicas, hacia ya tiempo que se habían acabado, tras varios dias de tortura ininterrumpida, gran parte del cuerpo de la muchacha ya tenia el estigma de la inquisicion, solo algunos centros de placer o terminaciones nerviosas estaban intactas, eran reservados para mas adelante. La irreconocible persona que había sobre la mesa, estaba siendo alimentado por suero, y le inyectaban sangre y asteroides para que no muriera, cada rato un cirujano entraba, le hacia cuatro apaños cambiaba el suero y se iba.
La inquisidora, con su antes vestido blanco ahora completamente cubierto de rojo, se alzaba, imponente, y de vez en cuando mecía el pelo, para que no se le ensuciara de sangre.
Empezó a revolver de nuevo en la bandeja. Los que antes fueran instrumentos de un acero tan brillante como el sol, no eran mas que grotescos manchurrones de sangre, pero aun quedaba algo en la mesa, la inquisidora miro un trapo hay encima, izo una mueca y desenvolvió otra estaca, pero esta vez era diferente, no era brillante, era mate, su parte punzante era aterciopelada y desprecia un zumbido, como el de las abejas. Miro a la chica en la mesa atentamente y le puso una mano encima, moviéndola lentamente hacia la ingle de la muchacha, mientras con la otra le ponía la estaca encima de la cara, para que la pudiese ver.
-¿sabes que es esto?- mientras lo decía movía la estaca con aire juguetón, y con la otra mano empezó a acaricierle y frotarle la ingle, la muchacha se estremeció por la sensación y la alegría de que por una vez, no fuera dolor lo que le causaba la inquisidora.
-es una estaca neuronal, toda su superficie esta recubierta por cientos de fibras, que interactuan amplificando las sensaciones hasta un punto que no eres capaz de imaginar, un placer tan minio como este- froto un poco mas enérgicamente la ingle de la muchacha, y izo que se volviera a estremecer. -podría convertirse en algo mucho pero que esto- la inquisidora apretó con todas sus fuerzas, estrujando aplastando y retorciendo, las partes intimas de la muchacha, esta soltó un grito tan fuere que se desmayo.
La inquisidora la miro, cogió una jeringuilla y se la clavo en el muslo vaciando el contenido de la inyección en el cuerpo, la muchacha despertó, aun temblando por el dolor, e intentando cerrar su entrepierna, un acto instintivo para protegerse, de la crueldad de la inquisidora.
-arrepiéntete, y dime, si as recibido ayuda de alguien y esto acabara, hasta puede que sobrevivas para ayudar a otros a que no corran tu misma suerte... - la inquisidora la miro fijamente y espero un rato. -muy bien tu me as obligado- empezó a deslizar la estaca por su vientre, cada vez mas abajo.
-¡ESPERA!, te lo diré, te diré que se, pero por favor, perdóname, no era mi intención ser una monstruo, una avobinacion-
-te creo, el emperador es nuestro protector y su perdón esta para aquellos que estén dispuestos a suplicarlo y pagar su precio, ahora dime, Béla, ¿qué es lo que sabes?-
-un hombre cerca del envarcadero del espacipuerto, canvia pases de pasajero, a cambio de increíbles sumas de dinero y de ciertos favores, a aquellos que le pueden ser de utilidad.
-entiendo- dijo la inquisidora mirándola con piedad -¡servidor! -entro un ser, que de humano tenia poco, con brazos de metal, y con gran parte de su cabeza sustituida por engranajes y sistemas mecánicos, -lleva a Béla al cirujano, que la cure y la deje nueva, luego que se ase y se ponga algo de ropa, y llebala a su celda después... a y porporcinele algo de comida solida.-
El servidor se movió hacia le mesa, corto los cables, y cogió a la chica con suavidad, dio media vuelta y salió de la sala, la Inquisidora se quedo mirando al servidor como salía de la estancia.
Un hombre asomo la cabeza miro si estaba sola y entro.
-¿cuáles son sus ordenes mi señora Marishka?- se quedo mirando a la inquisidora bien regio en posición de firmes.
-creo que escucho la conversación ¿no capitán?, coja un equipo arresten a ese hombre y a todos los engendros que hallan con el, llebadlos a la plaza mayor y purgadlos.
-¡SI SEÑORA!- el capitán dio media vuelta y salió escopeteado de la estancia.
Una vez mas la inquisidora estaba sola, miro a la mesa, casi no podía mantener los ojos abiertos, se sentó en la masa de torturas y luego se tunvo. Hay estaba cubierta por un centímetro de sangre, encontró reposo, cerro los ojos y durmió.



Pasados unos minutos empezó a abrir los ojos, se levanto y miro a los lados, se toco, se dio cuenta que estaba echa un asco, llamo a un servidor, para que le trajera una capa y así pasar ligeramente desapercibida hasta poder llegar a sus aposentos. Este entro en silencio por la puerta, con una capa de color negro, en los brazos, se acerco y se postro. Ella cogió la capa como quien coge una prenda del armario, se la echo a la espalda y sé la cerro con un pequeño broche en forma de la "I" de la inquisición. Salió de la habitación, paso por un par de salas, sin fijarse si había alguien o no, subido por unas escaleras y se paro ante unas puertas plateadas. Estas se abrieron lentas y silenciosas, y ellas las dejo atras para entrar en una pequeña sala circular, con 2 sofás de terciopelo rojo y en forma de media luna, en el centro de la sala, entre los dos sofás había una mesa pequeña, con la superficie de cristal y al fondo de esta, en el lado opuesto de la puerta que acababa de dejar atrás, otras puertas plateadas, custodiadas por dos soldados, con imponentes armaduras que sostenían en la mano derecha unos escudos enormes y muy decorados y en la mano izquierda un espadon enorme, de metro y medio, al acercarse la miraron un segundo y las puertas se abrieron, entro en la nueva estancia. Eran sus aposentos, una cama enorme muy decorada, unos muebles de madera de roble oscurecidos, y unas estanterías repletas de libros, a un lado había un pequeño umbral del cual salió una muchacha, se hacerco rauda e izo una referencia.
-su baño esta listo mi señora.
La inquisidora entro en la estancia en la cual había una bañera, cubierta de pétalos de alguna flor autóctona del planeta, y de una espesa capa de vapor que salía del agua, se quito toda la ropa, y la dejo caer en el suelo. Con gestos suaves se metió en el agua, cerro los ojos y descanso, penso en lo que le había hecho a esa pobre muchacha, siempre que lo hacia su corazón le latía mas rápido, la excitaba, no el infringir daño en si, si no todo, alguien de su estatus no se le permitía manifestar esos... sentimientos, pero cualquier atento observador se daría cuenta. Al pensar en esos hechos bolbio a notarlo, sabia que estaba sola, así que se permitió traspasar brevemente la ralla, suavemente fue deslizando una mano bajo el agua, acariziandose todo su cuerpo, hasta llegar a la entre pierna, con tranquilidad repitió el proceso que le había hecho a la muchacha, empezó a acariciarse y frotarse, y un estremecimiento le recorrió el cuerpo, froto con mas fuerza y una ráfaga de placer le recorrió una y otra vez el cuerpo, notaba como el corazón le latía mas rápido, hasta que una sensación casi inesperada izo que soltara un gemido, el rápido latir de su corazón casi no la dejaba respirar, y sus extremidades se empezaban a dormir, era una sensación que la lleno del todo, y a medida que su corazón dejaba de intentar salírsele del pecho empezó a sentirse cansada, y cerro los ojos. Cuando empezó a sentirse relajada y descansada, una alarma sonó, sabia que era algo importante que requería de su presencia, salió del agua y toco con sus pies el frió suelo, casi no podía mentener el equilibro, sus extremidades aun estaban algo adormiladas por el... ejercicio que acababa de hacer. Sus sirvientas se hacercaron con toallas, estaban rubricadas, segura mente la habían escuchado gemir. La empezaron a frotar, y la secaron, una se fue mientras la otra con mucho cuidado la iba peinando, le izo unas trenzas y le pueso el pelo hacia arriba, signo de su estatus. Para terminar le puso un sombrerillo de flores. Al entrar en sus aposento, la otra sirvienta se acerco con unas prendas de ropa interior, eligió unas y se las puso, al terminar, la sirvienta que le había hecho el peinado, apareció con una blusa y unos pantalones, mientras la otra sacaba la armadura de su reposo en el armario. Se puso la blusa y los pantalones, y al terminar le pusieron la armadura, primero una fina cota de mallas, y luego la placa pectoral, las perneras, y hombreras, y le pusieron una fina gabardina decorada con símbolos de la inquisición, negra por fuera y carmesi por el reberso, para atársela en la armadura y así evitar que la parte frontal de la misma cállese al suelo, se la ataron con un lazo rosa enorme en la espalda a modo de cinturón. Ataviada para la batalla solo le faltaban las armas, se acerco, a la pared, abrió un armario y se quedo mirado las infinitas variedades de armas, pero como siempre cogió sus preferidas, un bolter-lanzaestacas y una espada de energía de 1,78m de largo, tan larga como ella de alta. Se la echo a la espalda y fue hacia la puerta, al salir de sus estancias, los dos guardias que vigilaban la puerta empezaron a seguirla, bajaron por unas escaleras, y llegaron a una sala cuadrada, una capilla, con un holograma de la ciudad flotando en el aire, cientos de servidores corrían de un lado a otro procesando los terabits de información. En el centro estaba el capitán que había enviado para neutralizar la amenaza, a la izquierda de este había su segundo por los galones un teniente. Se acerco a ellos.
-¿a neutralizado la amenaza capitán?-
-no mi señora habían demasiados, nos superaron, hemos sufrido bajas-
-entiendo, capitán, queda relevado de sus deberes- con un gesto rápido movió la espada de energía, cortándole la garganta al capitán, este se agarro el cuello, y callo de rodillas, miraba con cara de "¿por qué?" A la inquisidora, mientras le salía a chorros sangre del cuello.
-¿teniente?-
El teniente aun estaba mirado a su capitán, pero cuando se dio cuenta de que se refería a el miro rápidamente a la inquisidora.
-¿s-si? Mi mi señora?-
-enhorabuena, acaba de ascender, coga a 10 equipos de asalto y reúnase con migo en la dársena de blindados, vamos a acabar con esas cosas.
-si señora- el teniente izo el símbolo del aquila imperial y se fue corriendo, por una puerta. La inquisidora lo miro, giro la cabeza hacia un servidor.
-siervo, avisa a mi séquito, en el Hermes en 10 minutos.

lunes, 25 de mayo de 2009

Inquisidora Marishka

esta es la primera parte de la historia del otro personaje clave de mi ejercito de hermanas de batalla, que, como dige, se ban entrecruzando

Hacia una noche oscura, tenebrosa, el vapor se alzaba por los desagües de la calle, y la luz, de las farolas se ocultaba tras la espesa niebla, hacia poco que acaba de llover, posiblemente solo era una breve pausa en la tempestad. El silencio que recorría las calles, solo era interrumpido por un leve picoteo, de tacones de metal contra el suelo. Con un sonido rítmico, los tacones habanzavan, cada vez más claros y repentinos estallidos naranjas parpadeaban en la niebla, seguidos de ruidosos truenos que rompían el silencio de las calles. Paso tras paso, el ruido cada vez mas claro, era acompañado por leves chapoteos, por gemidos, por sufrimiento, una chica salió de las sombras, y se dio cuenta demasiado tarde que entraba en una plaza bien iluminada, corriendo fue a esconderse detrás de un coche, sentada, tiritando por el frío, se apretó el hombro, agarro la saeta de acero que le atravesaba el hombro y tiro con fuerza, un increíble dolor le surco el cuerpo, y no pudo evitar lanzar un gemido. Alarmada y llorando se tapo la boca, y puso cara de sufrimiento, el pelo negro se enturbiaba, y se le enrollaba en al cuello. Cerro los ojos e izo un esfuerzo para apartar el dolor de su mente, entonces lo vio todo muy claro, como si una parte de sí abandonara su cuerpo, una parte de sí, que podía ver cualquier cosa, sin importar la espesa niebla ni la increíble penumbra, sin importar si era de día o de noche, podía verlo todo, y a todos. Recorrió la calle, buscando a su perseguidor, recorrió sus pasos, notaba la gente asustada en sus casas, veía los faroles con fantasmagóricos brillos verdes, pero no veía a su perseguidor. Empezó a notar un frío en la frente, como el tacto del acero húmedo contra la piel, pero ¿cómo era posible? Nunca antes avía notado nada estando fuera de su cuerpo, entonces lo entendió, su alma no lo notaba, lo notaba su cuerpo, habrío los ojos, y solo pudo ver un fugaz destello dorado que le golpeo en la cabeza, un intenso dolor que la dejo sin sentido.

Al despertar, no-savia si habían pasado horas, días, o semanas, pero sabia que ya no estaba en aquella calle, estaba en una aviación de piedra, con el frío tacto del acero en su espalda, que le recorría con un escalofrío su cuerpo desnudo, no podía moverse, unos cables de acero la tenían sujeta por brazos y piernas, tan prietos, que casi no se sentía las extremidades. Al poco sus ojos empezaron a acostumbrarse a la luz producida por unas velas, sin aparatos eléctricos, solo había una puerta, y una bandeja. Se puso a gritar, "¿me oye alguien?", "Socorro", pero solo le respondía el silencio, al cavo de unas horas, con la garganta dolorida, y cansada de tanto llorar, la puerta se abrió, y una chica, joven, con un vestido blanco, entro, el pelo castaño lleno de rulos le caía sobre los hombros, y sus ojos inexpresivos, eran mas fríos que aquel lugar.
-¿dónde esto?, ¿Por qué estoy aquí?- pregunto la chica, que al intentar moverse para ver mejor a la persona que acababa de entrar se clavo los cables de aceros que se incrustaron en la carne, y le provocaron un intenso dolor, soltó un gemido para desahogarse.
La chica del vestido la miro fríamente y esbozo una leve sonrisa, se acerco a la bandeja y cogió una cinta roja, con un giro del cuello sé hecho el pelo atrás, se paso la cinta por debajo, y se izo un lazo, dejando el pelo en la espalda, luego miro de nuevo a la bandeja, y estuvo un rato pasando los dedos por los diferentes artilugios de metal que en ella reposaban, sonrío y cogió una varilla de acero, de unos 25cm, plateada y acabada en punta, se quedo mirando a la chica en el altar, y aparto suavemente la bandeja.

-soy la inquisidora Marishka, y e venido a salvar tu alma, tanto si quieres como si no- levanto la estaca, y la dejo caer encima del cuerpo desnudo de la chica.

Oscuro mar 2

segunda parte de (Oscruo mar)

El agua empezó a bajar de nivel, pero aun así, se seguía escuchando el repiquetear de la lluvia contra los muros derruidos, y los sonidos de “clinc-clinc” al caer sobre las placas de armaduras expuestas de los corsarios. Algunos, ya empezaban a asomar las cabezas, aferrados aun a las rocas, para que no se les llevase la corriente. El hombre encapuchado levanto la cabeza, ya sin capucha, pero, a pesar de eso, aun medio oculta en un velo de oscuridad. Había saltado arriesgando su propia vida para salvar a la hechicera, un comportamiento extremadamente raro en un Durchi, que, posiblemente, le acarrearía problemas con la tripulación del navío que esperaba, resguardo, al pie de la ciudad en ruinas.
Al levantarse, agarro a la mujer por el avambrazo y la ayudo a levantarse, aun que, esta de mal gana, forcejeo para zafarse del apretón. Intercambiaron una larga mirada y avanzaron hacia el muro que acababan de derrumbar. La mujer saco una daga del cinto, y con rápidos movimientos empezó a cortar con presteza los harapos de la toga que le quedaban. Los corsarios intercambiaban miradas impacientes, era evidente que, quien había hechizado ese lugar tenía intención de que nadie entrara, no parecía muy seguro, pero sin duda lo habían hecho por una buena razón e impulsados por su curiosidad y sus sueños de riqueza ante la posibilidad de sacar un tesoro de la perdida Nagarythe era una promesas de los mas tentadora.
Los dos señores Durchi avanzaron por el patio, y a cada paso se hundían un poco los pies en el espeso lodo, los pies descalzos de la hechicera cada vez estaban más sucios de por el barro, que oscurecían su blanca piel. Los dos se situaron ante un puerta de madera, que, a pesar de haber estado años cubierta por completo de agua parecía seca y pulcra, entre la puerta placas de hierro negro recubrían la puerta, dejándola parcial mente cubierta, en los pocas zonas que no estaban cubiertas por el hierro, intrincadas runas claramente visibles, a pesar de la oscuridad, la niebla o la lluvia, se quedaron ambos mirando la puerta, sin mover un musculo. Los corsarios se apresuraron a adelantarse.
-¿Por qué os paráis?- mirando al señor, esperando una respuesta.
-Estupideces, como si existiera mas brujería en este lugar tragado por la Madre Oscura- y avanzo hacia la puerta con intención de abrirla. Pero se paró a unos centímetros. -¿Qué pone?, ¿es Druchast?- y seguido alzo un brazo y toco la puerta.
El corsario cayó al suelo, pálido, con los ojos en blanco, algunos alarmados se abalanzaron sobre el cuerpo de su camarada, pero al ver que estaba muerto, lo despojaron de sus pocas posesiones valiosas.
Uno de los cosarios permanecía impasible, y se quedo mirando al señor.
-Temido señor, ¿Qué le ha pasado?
El hombre giro la cabeza, y lo miro con unos ojos de color azabache.
-que murió, evidentemente, os aconsejaría no tocar la puerta, ni nada de lo que allá dentro, pero si no queréis hacerme caso, sois libres de de quedaros con lo que queráis.
-algunas runas no son Durchi, está escrito en la lengua de Nagarythe, ¿verdad?
-astuta deducción teniente, muy astuta- dijo la hechicera sin mirarlo. Se acerco a la puerta y le paso los dedos por encima.
-sin duda esta hechizada, por magia oscura, noto como el demoño intenta robarme el alma.
-¿¡UN DEMONIO!?- grito alarmado unos de los corsarios, pero la hechicera le ignoro.
-habrá que liberarlo para proseguir, sin duda, quien convirtió en cárcel esta puerta, era muy poderoso.
-lo que tu digas Maelÿn, habré la puñetera puerta, yo me encargare del demonio.
-Lo que vos ordenéis mi señor esposo- murmuro unas palabras y clavo la punta del bastón en la puerta. Esta restallo, brillo durante un segundo y como si se tratase de un papel en llamas, quedo consumida por un fuego invisible y se convirtió en cenizas. Uno de los corsarios intento cruzar la puerta, pero no llego muy lejos, las cenizas se lazaron y estallaron las llamas, moviéndose con forma sinuosa, un cuerpo gelatinoso apareció, con cientos de tentáculos, agitándolos, de los que salían llamas multicolores, y casi sin preocuparse movió uno de los tentáculos hacia el corsario y escupió una llamarada multicolor. El corsarios se vio rodeado por las llamas, y empezó a correr hacia el interior adentrándose en la oscuridad. Mientras el pulpo se giraba para encararse hacia el resto del grupo del interior salían ruidos de cristal al romperse. Con rápidos y gelatinosos movimientos, el “incendiador” empezó a lanzar llamaradas hacia el grupo, la hechicera murmuro unas palabras, y con un brillo purpura una esfera como de agua apareció una esfera a su alrededor y luego despareció. Cuando una de las llamas fue en su dirección se estrellas dispersándose a su alrededor, como si chocase contra un objeto circular, lanzando lenguas de fuego más pequeñas hacia los lados. El señor con agiles movimientos esquivo las lenguas de fuego, se libero de la capa que había sido alcanzada por una de las lenguas de fuego y ahora estaba en llamas, y se lanzo detrás de uno de los corsarios. Después lo agarro por la espalda y lo empujo hacia el demonio, para usarlo como escudo, mientras sacaba sus armas, con la Ghlaith y la Lakelui, y se lanzaba hacia el demonio, mientras este incineraba al desprevenido corsario que había sido usado como escudo, el señor esquivo una llamarada que se dirigía hacia él, y atravesó unos de los tentáculos con la Ghlaith, y empujo al demonio hacia él mientras lo atravesaba con la Lakelui. El demonio se aguito durante un momento y luego se convirtió en cenizas entre llamaradas multicolor.
El señor se irguió y examino el filo de la Lakelui, sin duda esta era de estupenda calidad, pero no estaba hechizada a diferencia de la Ghlaith, y había quedado enegreciza y al rojo al atravesar el demonio.
-espero que no hayan mas, me costó mucho conseguir este arma, para echarla a perder ahora.
-¿te importa más esa puñetera arma que lo que hay dentro?- pregunto Maelÿn, con sarcasmo mientras el agua resbalaba por la parte superior de la esfera que la rodeaba, dejándola visible.
-evidentemente, no, pero si puedo conservar las dos, mejor que mejor ¿no?
-por supuesto mi señor esposo, siempre tan elocuente- y si no fuera porque era una Durchi, se podría haber llegado a reconocer un cierto tono de encanto en esas palabras.
Otros ruidos sonaron en el interior, como risas histéricas.
-por la madre oscura ¿Qué es eso?- pregunto uno d los corsarios, mientras se tapaba con Hushalta una de las quemaduras que recorrían su cuerpo.
-tengo una mala noticia mi señor esposo, creo que deberás pensarte en comprar una nueva Lakelui.
Del interior empezaban a asomarse más demonios. Con un movimiento rápido, el señor alzo una ballesta que tenia colgada en el cinto, disparo al primer demonio y este se retorció, con un movimiento rápido, retenso la ballesta de repetición y disparo al siguiente, mientras los 5 o 6 demonios seguían adelantándose hacia ellos. Cuando efectuó el quinto y último disparo, lanzo la ballesta a un lado y se abalanzo hacia los demonios. Se zafo de un tentáculo en llamas, y atravesó al primer demonio con la Lakelui, esta lo atravesó limpiamente, al convertirse en cenizas y liberar la hoja de la lanza, esta estaba al rojo, y humeaba al contacto con la humedad del ambiente. El señor fue golpeado en el hombro, y saltaron por los ares, anillos rotos de la cota de malla que se fundían y deformaban el aire a causa del fuego en el que estaban envueltos. El señor se tambaleo, pero afianzando un pie con fuerza en el suelo, se impulso hacia el siguiente demonio, placándolo mientras lo atravesaba con el filo de la Ghlaith a la altura de su informe cabeza. Esta lo atravesó limpiamente y la magia que encerraba izo que el arma vibrase. El demonio también se convirtió en cenizas, pero a diferencia de la Lakelui, la Ghlaith no se había ni inmutado, pero unas runas brillaban como escritas con fuego en el filo, aparte de eso, seguía fría como el hielo, y se empezaba a acumular escarcha en su filo. Se giro para encararse al resto de los demonios, pero estos habían pasado de largo, para atacar el resto del grupo, la hechicera esquivaba golpes, mientras intentaba murmurar algún conjuro, y los corsarios se debatían entre 2 de los demonios, sus capas les ofrecían una gran protección ante el fuego mágico, pero estaban siendo derrotados. El señor echo a correr hacia la hechicera y intento atravesar al demonio con la Ghlaith, pero a este le salió una cara en la espalda, y de golpe se le había encarado, se zafo del golpe y intento golpearlo en la espalda, el señor hecho una maldición, y paro el golpe con la larga empuñadura de ébano de la Lakelui, este se partió del golpe, pero consumió darle tiempo al noble para redirecionar la carga y le clavo de arriba abajo le Ghlaith, el arma en forma de oz volvió a vibrar, y casi se le escapa, pero la aferro con más fuerza y tiro hacia él, dejando un espeluznante corte en la criatura, en cualquier otro ser eso hubiese sido una escena extremadamente sangrienta, pero no fue el caso, el demonio se abrió, y por el interior era como de gelatina, pero no se puedo contemplar mucho, pues se convirtió en cenizas. Mientras se levantaba, dolorido, y lanzaba la Lakelui al suelo, la hechicera consiguió tiempo para acabar la impía maldición que murmuraba, del centro del entrabado de hierro oro y acero que conformaban la cima de su vara, una esfera azul y purpura se formo, y con un movimiento, como de estocada, la hechicera lanzo la esfera pequeña hacia unos de los dos demonios restantes, dejando una estela blanca y azul a su paso. La diminuta esfera impacto a uno de los demonios en la espalda este grito de autentico dolor, perforando los oídos de los Durchi con un chirrido como del acero rallando el cristal. Se empezó a resquebrajar y exploto, arrojando a dos de los corsarios por los aires, y derribando al último demonio, los cuatro corsarios que quedaban en pie se le lanzaron encima y empezaron a clavarle sus cimitarras en el pecho en la criatura, esta intento soltarse, pero ya se estaba convirtiendo en cenizas. Al morir, los corsarios se irguieron y lanzaron sus espadas fundidas al suelo y recogieron las espadas y hachas de sus “camaradas” caídos.
-Esto es culpa vuestra malditos, han muerto por vuestra culpa- Grito el teniente, apuntándolos los un hacha.
-mejor no, menos personas con las que compartir vuestra parte del botín- dijo el señor.
-mi señor Ythrian, amor, no les des ideas, necesitamos a alguno con vida- Ythrian la miro fijamente -…, de momento- finalizo con susurros, intercambiando una mirada, mientras se le formaba un fría y gélida sonrisa en sus labios carmesíes.
-de acuerdo, prosigamos- dijo mientras recogía la ballesta y le ponía un nuevo cargador -Y tu rata de barco, en adelante, ten más respetos con tu plebeya lengua o te la cortare- mientras se adelantaba en la oscuridad del torreón.

miércoles, 18 de febrero de 2009

segunda entrada

esta es el primer capitulo de el transfondo de mis elfos oscuros

Oscuro mar 1

Caía una incesante lluvia helada, el viento no dejaba de soplar haciendo un tenebroso ruido, como el de una manada de lobos distantes, el frio, el terrible frio que calaba hasta los huesos, había dejado una fina capa de hilo a pesar del agua salada, las olas estallaban contra el negro navío carandeandolo de un lado a otro, la tripulación envuelta en sus capa de piel de dragón se esforzaban para mantener la concentración en la dura tormenta. Casi todos los tripulantes eran veteranos y a pesar de eso siempre costaba navegar por esas fechas en el mar maligno, las costa negra se hallaba a unas pocas millas náuticas mas desde su posición, eso suponiendo que la tormenta no les hubiese desviado mas de lo que pensaban de su rumbo. Un poderoso grito resonó de punta a punta del navío, era el capitán, lanzado algunas órdenes, pero fu silenciado por el hombre que se hallaba a su lado. Vestido completamente de negro, no dejaba a ver absolutamente nada de su ser, solo unas manos enfondadas en negros guantes, que tras arrearle un codazo al capitán señalaron un punto en la distancia. Una oscura torre, de incontables metros de altura asomaba en la distancia, era la torre central de "Niggraon" la arca negra encallada mucho tiempo atrás en las costas negras, se dice que fueron maldecidos por algún oscuros dios del los océanos, que izo varar el arca, y la azotaba con duras tormentas hasta que la consiguiese hundir y casi lo había logrado, con el paso del tiempo grandes partes de sus murallas había chocado contra la mar, dejando mortales arrecifes y duros espolonees de hierro negro ocultos bajo el hambriento mar, era una zona peligrosa, el la que cualquier barco podría ser empalado por los oscuros restos. A medida que el barco, largo y esbelto, se aproximaba a la torre la tripulación entendió de donde venia el nombre de la costa negra, los antiguos restos del arca, casi todos de obsidiana y azabache se habían esparcido por el fondo, y las tenebrosas nubes no dejaban pasar nada de luz, pareciendo que el barco navegase por la mismísima oscuridad exterior. La tripulación encendió algunos farolillos o globos de luz bruja, pero la oscuridad parecida tragarse la luz pues con suerte fueron capaz de iluminar la cubierta del barco. De vez en cuando las olas dejaba entrever duros y alisados cascotes de hierro negro oxidado, o lo que era pero, cascos de navíos que habían intentado lo mismo que ellos. Una terrible ola les choco en un lateral arrastrando el barco contra un saliente a barios metros de altura. De las profundidades del barco salió otra figura encapuchada, y se estremeció al ver el saliente cada vez, mas cerca. Alzo una mano y señalo la cubierta del barco, luego las velas, para mas tarde empezar a recitar unas palabras que resonaron con un oscuro eco metálico. Las velas se hincharon, y los cabos empezaron a tensarse, la madera crujió, pero la fuerte corriente de aire les desvió a tiempo del impacto. Luego rebusco entre los ropajes y saco un medallón de plata pulida que parecida brillar con resplandor propio, lo alzo apuntando al cielo, y la tormenta justo encima de ellos amaino, y las olas dejaron de chocar contra el barco, parecía como si el barco navegase por un océano diferente, el capitán sorprendido izo un gesto con la cabeza dio unas cuantas ordenes y empezaron a navegar rumo a tierra. El viaje fue tranquilo, pero tardaron en encontrar una buena cala, no exista playa, solo restos de una antigua ciudad ahora todo erosionada por el paso del tiempo. Las dos personas encapuchadas desembarcaron ligeramente vacilantes, y unos cuantos tripulantes bien armados les siguieron, siendo así su escolta hasta la base de la torre.

La caminata era dura, el suelo de obsidiana estaba cubierto por la suficiente agua como para cubrir los tobillos, agarrándose en cada saliente, con ayuda de dagas, cuchillos, y espadas, conseguían hacer la marcha, incrustando en las pocas grietas que existían en los pulidos edificios que continuaban en pie, el desnivel jugaba en su contra, al menos en ese momento, un solo paso en falso y la corriente los arrastraría calle abajo, haciéndolos rebotar contra salientes y escombros y seguramente causándoles la muerte. Andando llegaron hasta un parez completamente pulida, perfectamente lisa, si ningún tipo de asidero, de la que salía una fina capa de agua. Una de las figuras encapuchadas saco una extraña oz, y con un golpe seco la golpeo contra la parez, la hoja de la oz, completamente de plata, estaba recubierta de runas y glifos, en Durchau antiguo, casi irreconocible a excepción de por los eruditos, los estudiosos y las hechiceras. Levanto el brazo y dio un golpe en forma de círculo con una fuerza tremenda, en el momento del impacto la ojo tembló y fue repelida ligeramente hacia atrás, era evidente que, de estar la ojo hechizada, segura que también lo estaba la oscura pared.

Los encapuchados intercambiaron miradas, pero no palabras. Como si hubiese recibido una orden, el encapuchado que, sin duda se trataba de alguna especie de brujo, se hazerco a la prez. Levanto una mano, envuelta en una guante de seda se cogió una punta y tiro para sacarse el guante. De esta salió una mano, casi blanca como la leche, con uñas negras, afiladas como navajas. Puso una mano sobre el muro. El agua que recorría el muro, sin duda vertiéndose del interior empezó a vibrar y a salpicar a los hombres allí presentes. Con siniestra voz, el individuo empezó a recitar algún tipo de conjuro, al la vez que círculos con cientos de runas iban apareciendo alrededor de su mano y extendiéndose por todo el muro. Como grabándose a fuego, diablillos de chispas recorrían el muro dejando la escritura, desconocida para los mortales, el la piedra pulida. De repente un chasquido seco, un trueno en la lejanía, y todas las marcas de luz en la piedra se juntaron en la manos de la oscura figura. Con un destello, y un ruido ensordecedor la figura salió disparada hacia atrás. El muro no había sufrido daño alguno. La otra figura negra corrió a socorrer a la que había disparada, casi sin túnica, dejo ver la femenina mujer. Cumplía con todos los estereotipos de los Durchi. La piel blanca como la leche, los ojos negros como la mis misa oscuridad exterior, y el pelo tan negro que casi no se diferenciaba de la piedra que la rodeaba. De la ropa que llevaba poca quedaba, no es que llevase mucha antes del “accidente”, pero ahora aun menos, harapos de color negro le colgaba, y una finas placas de acero negro, en forma de biquini cubrían su cuerpo, las prendas, estaban increíblemente trabajadas, y de la parte de la cintura salía una falda de seda recubierta de runa, unas botas de curo embellecidas con plata, y unos guanteletes que llegaban desde el codo hasta la muñeca. Pero lo que llamo la atención de los soldados no es el hecho de que fuera mujer, (les hubiese extrañado mas si hubiese sido un hombre), fue la diadema que tenia puesta, de plata a simple vista, pero completamente brillante, y con un rubí en el centro. Resultaba casi imposible apartar la vista de la diadema.

Cuando la otra figura negra se puso a su lado hablaron en Durchau antiguo, pero a la mujer no le tubo que resultar amena la conversación, empujo a la figura negra de un golpe y se puso de pie, arrancando los restos de la toga negra que poco antes la cubría entera. De la cintura, saco una especie de cilindro negro, lo soltó y este se quedo flotando en el aire. De repente, de este empezaron a salir como raíces hacia ambos lados, formando una vara. En la parte que debía ser la superior, se formo un complejo entramado de espinas, y lentamente empezó a brillar en el centro el entramado una luz fantasmal. La hechicera cogió la vara por el centro, se acerco la parte de arriba al cuerpo y con la otra mano empezó a pasarlo bien cerca y en círculo, como si acariciase una esfera. Mientras susurraba, la luz fue aumentando. A medida que aumentaba, fue apareciendo un sonido, después una corriente de aire, relámpagos, y cientos de destellos de chispas empezaron a dibujar runas y círculos alrededor de ella, hasta que quedo cubierta por una esfera de círculos y runas. Los hombres se pusieron muy rabiosos y empezaron a discutir, pero en cuento vieron que la figura, que aun seguía cubierta se escondió detrás de un muro, no tardaron mucho en seguir su ejemplo. La hechicera dejo de hablar y con un movimiento seco empujo la vara hacia adelante, y la luz que se hallaba dentro del entramado salió disparada dejando una estela de luz blanca y nieve a su paso. Tardo menos de un segundo en tocar contra la pared, y una explosión blanca y azul dio, por primera vez en muchos siglos, a aquel lugar, la sensación de que volvía a ser tocado por la luz del sol. Cuando la luz de disipo, no caía agua, y todo estaba cubierto por vapor, centenares de gritas cubrían el suelo, y una minúscula grieta en la pared. La hechicera esta indemne, era evidente que había sido protegida por los círculos, de runas. A los segundos la lluvia volvió a caer. La hechicera, al darse cuenta que solo había causado una pequeña grieta, soltó juramentos de rabia, y maldijo a la oscura parez. El otro individuo de negro salió de detrás del muro en que se hallaba, se acerco a la parez, y toco la diminuta grieta de la que salía un poco de agua. Soltó una exclamación, una mofa hacia la hechicera, pero antes de que pudiera hablar, noto como cada vez salía más agua de la grieta. Esta se hacía más grande, cubriendo cada vez más zona. La figura negra miro la grieta, giro la cabeza hacia la hechicera y los hombre y grito.
-CORRED!!!!!!!-

primera entrada

esta es la version corregida por mi hermana.
es la primera parte del transfondo del ejercito de hermanas de batalla, centrandose en la canonesa anya

Llevaban ya quince minutos golpeando la puerta de sus aposentos y la alarma no dejaba de sonar. Finalmente, se levantó y se estiró, dejando sonar algún chasquido de un hueso al colocarse. Los cardenales de las costillas aun le dolían. Tenían que cambiarle los vendajes del muslo así que hizo llamar a una hermana hospitalaria que le dio un par de analgésicos y con mucha delicadeza le cambio los vendajes. Se limpió suavemente con una esponja todo el cuerpo, puesto que el entrar en la ducha le provocaba dolor en casi todo el cuerpo . Cuando terminó, abrió su armario y empezó a revolver entre sus vestidos. Como era tradición en una reunión de tal importancia, tuvo que elegir uno de seda roja carmesí, sobre el que se puso un corsé hecho de ke blar y teñido de negro. Entre alaridos de dolor al apretarse las correas, se puso las botas de cuero negras, y se ató el rosarius alrededor de la cintura. Al terminar, se puso un par de joyas, y se ató la correa de la pistola y la espada alrededor de la cintura.
En cuanto salió por la puerta sus mayordomas le pusieron la capa, y le pasaron los pergaminos con los informes del día, abrieron la escotilla y salió al pasillo donde 4 hermanas celestes la esperaban con sus bolters bien cargados, para escoltarla hasta el estrategum. Fueron siguiendo las tuberías y las señales luminosas que indicaban las diferentes salas de la sección de transporte de tropas de la nave, ella estaba acostumbrada a más lujo, pero aquella no era su nave y, para muchos capitanes imperiales, una canonesa no dejaba de ser una mosca comparada con su poderosa nave. No podía quejarse.
Durante el trayecto fueron encontrándose con diferentes hermanas: desde hospitalarias y dialogantes, hasta hermanas de batalla, sobretodo de éstas, puesto que en ese momento diez mil hermanas repartidas en cuetro naves surcaban el espacio en busca de los enemigos de la inquisición y del imperio.

Cuando llego al puente, uno de los mayordomo la saludó con una reverencia y se acercó. Tenia un brazo mecánico y lo que parecía gran parte de la cabeza, cosa que le resultó repulsiva. Al igual que casi todos los servidores, ella consideraba el culto a Marte como una aberración y no entendía como cuerpos tan maravillosos como los del ser humano tenían que ser deformados, muchas veces por propia voluntad, para ser convertidos en maquinas. Siempre había preferido a mayordomos y a sus hermanas antes que a esos bichejos, pero no podía objetar nada, ella era la invitada.
A medida que iban acercándose hacia la puerta del estrategum, divisó, por los ventanales de el puente de mando, que una nave mas se había unido al convoy.
— ¿Y esa nave? ¿De quién es? —preguntó sin importar quién la respondiera.
— De los Puños Imperiales , mi señora. Se nos unirán a la batalla. Al parecer, así lo han querido los custodios. —la voz metálica y digitalizada del servidor, le resonó en la cabeza, sobretodo la palabra "custodios"
—¿Custodios? ¿Del Adeptus Custodes? ¿Hay un adeptus custode en la flota?—tuvo que respirar profundo para disimular la emoción de ese momento. Alguien de su posición no debía quedarse anonadada, por muy emocionante que fuera la noticia.
— Sí, mi señora, ha pedido asistir a la reunión pero ésta empieza con retraso a la espera de su señoría.
Al escuchar esas palabras, estuvo a punto de desenvainar la espada y cortarle la cabeza al servidor. Pero ella era la invitada y debía comportarse. Así que, haciendo caso omiso de la pulla y evitando ponerse a llorar por la vergüenza de hacer esperar a un custodes, abrió las puertas del estrategum, dejó las armas a un lado y a su escolta a la espera fuera de la estancia. Se fijó que, al darles la orden de que esperasen, estaban mas por intentar encontrar al custodes entre los asistentes que de velar por su seguridad. Se cerró la puerta y nada más cerrarse, empezó a escuchar los comentarios de emoción de su escolta, algo que la cabreó pues, a pesar de la exsotica situación, no era forma de comportarse de una Sororita.
Dio media vuelta y se acercó a la gente allí reunida: los capitanes de los 3 cruceros y del acorazado, el general de la guardia imperial y su segundo, un alto inquisidor, el señor de los navegantes y allí estaba, junto al, ya de por sí espléndido, capitán de los Puños Imperiales, el Adeptus Custodes.
Con su preciosa alabarda guardiana, de hoja plateada con ligueros tonos azules que daban la impresión de que fuera de agua y su escudo dorado formado por un Aquila con cientos de filigranas a su alrededor y con un rayo rampante agarrado entre las zarpas. Su armadura era dorada, las hombreras estaba hachas de tal forma que pareciera que un Aquila enorma reposaba en cada una de ellas. En la placa pectoral otro Aquila con las alas estendidas y con una cuarda roja entre las garras miraba con ojos amenazantes y una capa rojo carmesí caia asta mas alla de sus sulo, reposando en el suelo, esta estaba adoranada con escrito en ilo de oro. A pesar de que la reunión exigía ir desarmado, nadie tendría la osadía de desarmar a un custodio.
Cuando ella entró, poca gente se inmuto, a excepción del inquisidor que la miró lascivamente, a pesar de su situación como sirvienta de la inquisición, cuanto menos contacto mantuviese con estos despreciables individuos mucho mejor. Poca gente se percató de su presencia , a excepción del Custodio, que dejó la alabarda y el escudo a su escudero que estaba detrás, y empezó a andar hacia ella, con el capitán de los puños imperiales bien pegado a los talones. A cada paso que daba la sala entera se estremecía y todos los presentes le miraban con éxtasis y emoción. Cuando llegó ante ella, inclinó la rodilla en señal de respeto. A pesar de ser increíblemente bello, ese individuo era capaz de matar a todos los tripulantes de la nave en cuestión de horas sin siquiera cansarse. Eso le provocaba una mezcla entre emoción y miedo que le daban náuseas, pero se aguantó. Cuando se irguió, el Custodes se sacó el yelmo dejando caer su cabellera rubia, y se lo puso bajo el brazo mientras lo aguantaba con una mano. Con la otra le cogió la suya. A su lado, su pequeña y delicada mano se perdia en ese guante enfundado en oro y plata, una de las monstruosas manos típicas del Adeptus Astarte. El Custodes se inclinó levemente, y le besó la mano, cosa que hizo que ella se ruborizara y casi desmayase por la emoción. Él se irguió y le habló en susurros.
— Es un placer conocerla, canonesa Anya, más tarde desearía hablar con vos en privado, tengo asuntos que tratar con mi señora. —le dejó la mano y se colocó en la posición que le tocaría a alguien de sus estatus, en todo momento escoltado por el Puño Imperial. En ese momento se dio cuenta de que todos los miembros de la sala tenían sus ojos puestos en ella.

Empezaron, una de esas aburridas reuniones más de política que de estrategia militar. En condiciones normales sé hubiese dormido, pero el corazón le latía tan rápido que era casi incapaz de no jadear. De vez en cuando, una sensación agradable le recorría todo el cuerpo seguida de un cansancio que le hacia entrecerrar los ojos. Cuando puso una de sus manos en la mesa, se fijó en que estaba sudando. No mucho, por supuesto, pero sudando al fin y al cabo. Se notaba empapada y notaba como si la habitación fuera cada vez más pequeña. Y ese calor asfixiante... Por suerte, antes de que se desmayara, un holograma enorme apareció en el centro de la sala seguido de gritos y explosiones. Se centrço de inmediato en la imagen proyectada. Y escuchó al embajador de ese mundo llamado "Berephon III" que hasta hace poco ni siquiera sabía que existía.
— Por esta razón y todas las demás que hemos mencionado, el gobierno de "Berephon III" requiere la intervención de las fuerzas imperiales. —acabó diciendo el embajador del planeta.
— Y la tendrá —comunico el inquisidor—. Nos debe informar de todos los detalles: defensas aprovisionamiento y.. —el embajador le interrumpió.
— Lo siento mucho, su santidad, pero carezco de esa información. Casi todas las fuerzas leales fueron asesinadas para conseguir que saliera de sistema para llevar la noticia al ministrorum.
— Es una pésima noticia. Tendremos que pedirle consejo al Adeptus Astarte, ya que nos honran con su presencia no solicitada y que son propensos a causar muchísimas bajas. —Inquirió el inquisidor
— Mi señor, por favor, tenga piedad de los civiles, les ha cogido todo de por medio y son inocentes. —ante esa afirmación el inquisidor hizo una mueca, se levantó de golpe y dijo:
— La inocencia no es prueba de nada. En vista de su inestimable ayuda, llévense al embajador a sus aposentes —mientras dos guardias se lo llevaban, el inquisidor miró uno a uno a todos los presentes que, con mucha precaución, disimulaban su cara de desapruebo—. Señores y señora, lo que tenemos entre manos no solo es una revuelta, podría significar una rebelión en todo el sistema. Así que tendremos que dar un rápido final a ese planeta, que tal... ¿un exterminatus? —mientras decía eso se le erizaban todos los pelos del cuerpo, era evidente que la palabra le causaba cierto placer.
La sala permaneció en silencio, todo el mundo sabía que no servía de nada discutir, lo que dijera el inquisidor iría a misa, y nada ni nadie podría hacerle cambiar de opinión. De repente, una voz retumbó en la sala. Contundente y misteriosa aún cuando solo dijo una palabra: "NO".
Todos se quedaron mirando los unos a los otros, hasta que el puño imperial rompió el silencio.
— El Custode ha hablado. Él habla con la voz del emperador y ésta es su voluntad. Debe ser cumplida. No habrá exterminatus alguno. Un asalto planetario —cogió el puntero láser y señaló diferentes secciones del mapa—, desplegaremos una base móvil detrás de esa colina y les bombardearemos día y noche. Antes de eso, yo y una de mis unidades, junto a la Canonesa Anya y su séquito, realizaremos un ataque relámpago en el interior. Si todo sale como está planeado, abriremos las puertas de la ciudad y mis astartes entrarán. En menos de tres días la ciudad estará asegurada.
— Lo dice con mucha tranquilidad, pero somos nosotros y no vos quien decide la estrategia a seguir. ¿Qué le da autoridad para dar órdenes a esta asamblea?—dijo con cierto tono de autoridad el aprendiz del sumo inquisidor—. No es más que uno de nuestros muchos sirvientes.
Ante esa palabra, el inquisidor veterano que estaba a su lado, previendo la reacción del marine, se aparto de su aprendiz, y el que se se sentaba al lado de este le falto tiempo para imitarle.
— ¿Uno de tus numerosos sirvientes? Para ser un inquisidor no conoces muy bien la política imperial. ¿Que por qué autoridad puedo darte ordenes? Fácil, soy un astarte, intenta impedírmelo. —cuando acabó el numerito y los de a su alrededor se relajaron.
__ ¡Somos la santa inquisición, todo el imperio se somente a nuesto jucio¡. __ antes de terminar el Astarte se había levantado con todos sus 2,68 metros de aluta, y intercambio una mirada asesina con el aprendiz. El marine le escupió en toda la cara.
— ¿Y con esto intentas demostrar tu poderío? ¿Con un escupita...? —el escupitajo estaba fundiendo su traje y ya había roto la cadena que sostenía el rosarius. El aprendiz se puso de pie a gritar y patalear, hasta que el sumo inquisidor acabó con su sufrimiento. Le puso la mano en la cabeza y el aprendiz se desplomó. El inquisidor ni se molestó en sentarse empezó a ir hasta la puerta.
— Al parecer, ya tenéis unas ordenes así que cumplidlas. Se levanta la sesión.
Al decir estas palabras, estaba claro cuál sería su misión. En menos de una semana estaría rodeada de objetivos hostiles, codo con codo con los Ángeles de la Muerte.
Una mano cibernética le tocó el hombro.
— Mi señora, la reunión ha acabado, debería irse —era uno de los capitanes de nave, o era el CAG ya no lo sabia, le daba igual—. Si me permite la pregunta ¿cómo ha fue?
— Increíble, sobre todo cuando me habló. —dijo con alegría la canonesa al recordarlo.
— Mi señora… - el oficial había palidezido en el acto, parecía un poco avergonzado.
-¿si, que ocurre?-
-él no le hablo. — termino de decir el oficial, algo avergonzado. Se quedó paralizada ante la información. Al ver que no reaccionaba el capitán se despidió y se fue.